Gabriel fui nombrado en la antigüedad, fuerza de Dios. Y el nombre era
apropiado, bien lo supieron aquellos hebreos: yo expliqué las visiones a Daniel
en el tiempo del cautiverio en Babilonia, y yo vencí a las huestes de
Senaquerib. Pleitesía me rindieron más tarde los cristianos, pues yo anuncié a
María la llegada de su hijo Jesús, y yo revelé a Juan el libro del Apocalipsis.
Soy yo también, Yibril, el más alto de los arcángeles para los ismaelitas, pues
mi voz dictó el Corán al oído de Mahoma, y acompañé su alma en el ascenso a los
cielos.
Yo, Yibril, he sido la fuerza de Dios
desde el comienzo de los tiempos, el más poderoso de los seres angelicales. Mas
como ser angelical, privado de libre albedrío, he envidiado durante largos
siglos a los hombres mortales; los he envidiado no me menos que el mismo Dios.
Pues, ¿qué sentido tienen mis actos si son inevitables y no poseo el don de
elegir? ¿Qué valor tiene mi fuerza si no hay poder con qué enfrentarla? ¿Qué
sentido la existencia si nada apremia a vivirla con plenitud? Piensan los
hombres en la muerte como en una maldición, y quisieran por sobre todas las
cosas sustraerse a su abrazo, pero los inmortales la anhelamos, ay, con el más
hondo de los deseos.
Sin embargo, Dios, en su infinita
misericordia, ha escuchado mis pensamientos y dará cumplimiento a mi anhelo. Me
serán arrancadas mis alas y mi poder; despertaré a una nueva vida. Gabriel caerá
al mundo, sujeto al devenir del tiempo, al paso de las horas, los días y los
años. Gozaré de libertad para elegir entre el bien y el mal, para amar y
padecer. Y yo, Yibril, moriré llegado el día. Y mi existencia, la del más
poderoso de los vivientes, habrá tenido así algún sentido.
Perguapu
ResponderEliminarGracies!
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